
En su defensa, es muy posible, aunque no se debe dar nada por cierto, que lo hicieran con la mejor de sus intenciones. Sin embargo, es inevitable que sentimientos de odio, rabia y angustia afloren al hablar de este tema. El fin no debe justificar los medios. ¿Cómo puede alguien separar a un bebé indefenso de lo que más va a querer en el mundo? ¿Quién mejor que una madre va a poder enseñar a un recién nacido todas las maravillas y entresijos que nos ofrece el mundo? La adopción debe ser una decisión unánime, tomada por los padres y en ningún caso obligada y forzada. Lo más terrible de todo esto es todas esas personas que ahora dudarán del niño o niña que "perdieron" o de ése mellizo que murió en "extrañas circunstancias".
Ahora bien, no se puede reprochar al padre adoptivo de las precarias situaciones en las que donación se realizó. ¿Estarían ellos al tanto? ¿Cómo puede una institución que defiende la ayuda al prójimo y desampara el hurto dejar a una familia entera sufriendo de por vida? Porque si creían que nunca se darían cuenta, estaban muy lejos de estar en lo cierto.
A riesgo de destacar por mi negatividad, es necesario señalar que, probablemente, éste sea uno de tantos temas que el Estado, la Iglesia o las autoridades llevan a cabo a espaldaas de los ciudadanos, ingenuos e inocentes como bebés... Ya nos lo ha demostrado Wikileaks.
Una monja le dijo una vez a una madre que había parido gemelos la frase que hoy resaltábamos en la cabecera: "¿Para qué quiere usted dos niños?". Respuesta: porque los cuidará como nadie más sabe y tiene derecho y deber de velar por la voluntad del pequeño. ¿No se queja mucho la cristiandad de que "manejamos a nuestro antojo" la vida y muerte de los fetos? Exactamente lo que ellos hicieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario